El cerebro humano ha sido literalmente una caja fuerte por miles de años, rodeada por una gruesa capa de hueso protector, entre otros elementos que lo aíslan del contacto con el exterior. Continúa siendo un misterio en muchos aspectos, sin embargo el último siglo nos ha permitido ver al interior de su funcionamiento, no solamente a través de los estudios de microscopio que nos han dado a conocer más sobre cómo es y cómo funciona, si no también a través de técnicas electrónicas de representación y estudio que permiten observar su funcionamiento sin ocasionar daño alguno o la necesidad de abrir la caja fuerte.

 

Las maneras modernas de observar el funcionamiento cerebral han sido precedidas por maneras más sencillas de tratar de entenderlo. Hace más de 140 años, cuando los primeros estudios que demostraban actividad cerebral en animales fueron dados a conocer por el científico británico Richard Caton, comenzó la era del estudio del funcionamiento del cerebro. Fue así como comenzó a hacer sentido la estructura del cerebro y sus nervios. Y fue así como casi 140 años después vivimos en la época de mayor comprensión de este órgano, incluso acuñando la frase: “neuroscience is the new rocket science” (la neurociencia es la nueva ciencia de cohetes).

 

Sin embargo, muchos de los descubrimientos de esas primeras décadas siguen siendo vigentes y de utilidad. Los patrones de funcionamiento eléctricos detectados en diferentes áreas del cerebro y en diferentes momentos han permitido realizar estudios dirigidos para comprender el origen de estos, abriendo las puertas a nuevos horizontes. Entre estos conocimientos encontramos los patrones regionales de actividad eléctrica cerebral. De acuerdo al sitio estudiado, podemos detectar con simples electrodos adheridos a la piel de una persona normal, diferentes actividades que característicamente son rítmicas y que podemos registrar. Estos registros también son diferentes de acuerdo al sitio de la cabeza donde coloquemos los electrodos y al momento en que sean registrados. Una de las primeras conclusiones obtenidas a partir de esto es que existe una relación clara entre la actividad eléctrica cerebral y la actividad que la persona esté realizando.

 

En la zona más posterior de la cabeza, llamada región occipital (justo por arriba de la nuca), podemos detectar una de las zonas del cerebro más características en cuanto a comportamiento eléctrico. Se trata de una zona donde ocurren patrones de actividad eléctrica que activándose entre 8 y 12 veces por segundo, habla de un estado del cerebro en el que existe “atención” de sus alrededores. Si hiciéramos una comparación, podríamos decir que es el equivalente al tono que escuchamos en las líneas telefónicas de casa al momento de descolgar el teléfono, indicando que la línea está funcionando y que podemos marcar cualquier número. Este ritmo alfa nos indica que el cerebro está listo para cualquier actividad, relajado antes de comenzar su enfoque en algo pero que también permite pasar al estado de sueño donde comenzará a realizar las funciones propias del sueño. Si estamos realizando diferentes actividades, encontraremos otros ritmos o patrones como delta, teta, beta o gamma. Una vez que la actividad cerebral disminuye, el individuo se relaja y deja de enfocarse en esa actividad, paulatinamente recupera los ritmos alfa características de la relajación y que permiten el paso al sueño en caso de cerrar los ojos.

 

Debido a que hace más de cien años se identificó esto, ha existido tiempo suficiente para estudiarlo una y otra vez en diferentes contextos. Los estudios modernos con tecnología de mayor resolución, e incluso los implantes modernos cuyo objetivo es el de percibir e incluso estimular con mucho mayor detalle estos patrones de actividad cerebral, han arrojado luz sobre este funcionamiento. De esta manera sabemos a ciencia cierta que el sueño natural y sus funciones son imposibles de cumplir si no existe antes un ritmo alfa en el cerebro. Entra la Banda Neutónica. Sus elementos en conjunto facilitan la ocurrencia de estos ritmos cerebrales. A través de un cuidadoso diseño de cada componente, promovemos y facilitamos las condiciones ideales para que el cerebro pueda nuevamente relajarse y facilitarle un sueño natural. No creamos de manera artificial estos ritmos ya que el nivel tecnológico actual posiblemente no lo permite. Sin embargo le damos al cerebro el camino para que pueda hacerlo por sí solo. Esto se traduce en una profunda relajación y mucho mayor facilidad para realizarlo. Finalmente, a través de los hábitos del sueño, el camino trazado quedará marcado para que cada noche, después de algún tiempo, puedas alcanzar ese deseado descanso en el tiempo correcto, natural y de manera continua. Si tu cerebro comienza a encontrar su propia manera de entrar en ritmos alfa, ¡no requerirás de la Banda Neutónica más!

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