¿Una crisis de microchips? Puede sonar a una versión moderna de la clásica lectura pública por la radio de la Guerra de los Mundos en donde la gente terminó saliendo a la calle tomándolo como real. Sin embargo, en este caso, es real. Los microchips tienen más de 60 años de haber sido inventados y, con el paso del tiempo, se volvieron más pequeños, más eficientes, más rápidos y mucho más baratos.

¿El resultado? Se comenzaron a utilizar en mucho más de lo que pueda alguien imaginar: Computadoras, claro; teléfonos, por supuesto; refrigerados y electrodomésticos, sin duda; controles remotos, dentro; coches, claro que si; relojes inteligentes y audífonos, seguro; Banda Neutónica, también. Y esta lista crece y crece cada año, con toda cantidad de objetos de una gran demanda y uso en nuestras vidas diarias, ya que estos pequeños inventos controlan con la programación lógica con que fueron diseñados, cualquier aparato electrónico que lo requiera. 

 

La pregunta es: ¿y en qué consiste una crisis de microchips?

Para ello es necesario entender algunos otros factores. Debido al pequeño tamaño de su estructura, entendiendo que algunos microchips modernos tienen 134 millones de transistores en cada milímetro cuadrado, la necesidad de un proceso de fabricación extremadamente cuidadoso y delicado es indispensable. Las instalaciones para fabricación de microchips requieren de condiciones de higiene varios órdenes de magnitud superiores a lo que un quirófano de personas tiene. Además de que deben producir varios millones de microchips por mes. Y la construcción de este tipo de instalaciones requiere de por lo menos uno o dos años, sin contar el paso aceleradísimo al que los microchips se reducen de tamaño. 

 

Ya tenemos una serie de condiciones para nuestra crisis. Alta complejidad de producción, crecimiento en capacidad lento y caro, creciente demanda para estos electrónicos. Agreguemos un par de ingredientes explosivos a la mezcla, que además vienen acompañados uno del otro: una pandemia que frenó al mundo en seco y la enorme demanda de computadoras, audífonos y cámaras que esta pandemia llevó consigo: millones de alumnos en todo el mundo tomando clases en línea, millones de personas teniendo juntas no presenciales y trabajando desde su hogar, muchos con la necesidad de adquirir una o dos computadoras más para lograr esto. ¿El resultado? Nuestra crisis de microchips. 

 

Debido a todo esto, enormes empresas como General Motors se han visto obligadas a retrasar la producción de automóviles, recortando funciones que van desde el lujo de un cargador inalámbrico en el interior del vehículo hasta monitoreo de emisiones del mismo. Sony, con el gran lanzamiento de su más reciente consola de videojuegos y una disponibilidad de la misma que por meses se ha visto en los márgenes mas bajos. Y la lista es interminable. 

 

Y gracias a esto, nuestra nueva tecnología del sueño también se vio afectada, ya que nuestros microchips entran en la categoría de los siliconas afectados por la crisis, ocasionando que la producción de Bandas Neutónicas se haya frenado por falta de disponibilidad de componentes en todos los mercados locales.

 

¿La cura? El tiempo, únicamente.

A decir de los expertos, conforme se actualicen las instalaciones en donde se producen, la demanda disminuya, el mercado se normalice y los procesos y cadenas de producción vayan alcanzando sus retrasadas metas, paulatinamente veremos el regreso de la disponibilidad habitual de estos indispensables componentes en la vida moderna. Y ¿quién sabe? Tal vez seamos testigos de la llegada de una nueva generación de microchips que pueda revolucionar la manera en que hacen a nuestros dispositivos trabajar. 

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